A menudo, relacionamos el sufrimiento con el amor. Si sufres por amor, piensas que es amor verdadero y, muchas películas han estado relacionadas con esto. Sin embargo, no siempre es así de cierto. El amor lleva al sufrimiento.
La pérdida de un amor conlleva un gran sufrimiento emocional y por tanto necesita de un duelo para poder recuperarse de semejante golpe. Sin embargo, también sufres mucho aunque tengas pareja por incompatibilidades.
Cuando una pareja rompe, no aceptamos esa “pérdida” ya que pensamos que nunca encontraremos a nadie más, hemos pasado mucho tiempo con esa persona y nos da pena no continuar, la rutina… Al no aceptar una ruptura, sufrimos queriendo volver con esa persona.
Negar que una relación no ha terminado no superamos la ruptura. Negando, y dando posibilidades a un cambio de la situación, el dolor es menos intenso, sobre todo si ‘la expectativa positiva’ del cambio se percibe como fuerte. Pero a la larga se sufre más, porque se ponen las esperanzas en una ilusión sin base; la persona queda incapacitada durante mucho tiempo, atrapada en una falsa esperanza, sin poder avanzar.
Cuando una persona está sufriendo, se producen importantes cambios en el cerebro haciendo que tenga una especie de “adicción”. La persona que queda atrapada en este patrón, vive algo muy parecido al enganche a una droga, por lo que inconscientemente puede buscar situaciones, ya sean reales o imaginadas, donde se reproduzca de nuevo la situación. Una vez aprendido el patrón (reacción química en nuestro cerebro) podemos haber grabado inconscientemente el amor y el dolor como si fuesen el mismo sentimiento. De esta forma muchas personas pueden creer que una cosa no va sin la otra; ósea, que el amor tiene que doler y que si no es así, no es amor.
Muchas personas que están en una situación de amor-dolor tienen la idea de que después de un gran sufrimiento seguramente tendrán la recompensa, o lo que es lo mismo, que después del dolor, vendrá el amor.