Existen maneras antagónicas de estar en pareja:
- Culpando al otro de todo lo que te acontece y lo que no.
- Eligiendo porque te atrae sexualmente
- Porque estás solo y quieres compañía
- Porque quieres tener hijos.
- Por inercia, aunque el amor se haya terminado o no haya estado.
- Porque temes no poder ser productivo económicamente.
- Porque temes más a la soledad de uno que a la soledad de dos
- Porque estás dispuesto a pagar un alto precio-tu individualidad-por un beneficio secundario: pequeño y caro.
Y otra manera: Para conocerla comenzaremos por definir una pareja, que además de ser el encuentro de dos personas que se atraen, se quieren y tienen metas comunes, constituye el lugar apropiado y adecuado para la crianza de los hijos. Implica la posibilidad de pasar de la familia de origen a la sociedad. Implica el sostén emocional de cada uno de los integrantes, el lugar donde está permitida y de hecho ocurre, la regresión a vínculos arcaicos. Al casarse o irse a vivir con la pareja se vuelve a una relación semejante a la que se tuvo en el hogar materno.
Ninguna relación da tanta satisfacción a la regresión como el matrimonio-la pareja-:
- Mimos
- Cuidados
- Dormir juntos en la cama
- Velar el sueño
- Hacer la comida
Y este es, al mismo tiempo, uno de los riesgos que entraña una pareja….que lo emocional infantil prevalezca sobre la relación adulta.
“Una pareja son dos personas que se eligen espontáneamente, que se aman, que van a crear un tejido de experiencias y emociones y que van a cuidar y mirar esa trama desde dos espacios vitales: un espacio individual y un espacio común” como solía decir, palabras más, palabras menos, la Licenciada Sara Medina en la escuela de post-grado del CIAP -Centro de Investigación y asesoramiento en psicología-
Y esta es la otra manera de estar en pareja; la válida, en la que los integrantes de la pareja deben aprender a ver y verse, tomarse en cuenta y tomar en cuenta al otro y una de las grandes tareas consiste en que noten qué es aquello que perturba el funcionamiento de la misma, especialmente aquellas en las que uno de los dos espera que el otro lo libere de sus propios conflictos, por ejemplo exigiendo permanencia y dedicación constante y exclusiva; como sostenía una paciente: “Necesito alguien que me salve.” Así ese alguien se aferra a su compañero para liberarse de las angustias individuales, generando, probablemente, un fracaso de la relación.