Entre el amor y el querer

 Existe una diferencia más allá del léxico entre los términos amar y querer. “Te amo” y “te quiero” suelen a menudo ser utilizados de forma incorrecta, pero más allá de la semántica, este error nos conduce en multitud de relaciones, especialmente las de pareja, a una confusión que suele desembocar en fuertes decepciones.

Entre el amor y el querer

Si repasamos nuestra trayectoria amorosa, seguramente seremos muchos quienes aseguraremos que en algún momento de nuestra vida “hemos sufrido por amor”.

Es en el principio de esta afirmación donde estaremos pasando por alto el verdadero significado del amor y haciendo recaer sobre él un dolor emocional que tan sólo puede haberse producido por una relación en la que queríamos a otra persona.

Querer al otro o que nuestra pareja nos quiera implica una relación nacida y basada en la idea de posesión y las expectativas egoistas.

Es desde esa realidad emocional donde pueden surgir los problemas, las frustraciones, los dolores y angustias que nos empujan a asegurar que el amor es sufrimiento.

Si nos cuestionáramos porque mantenemos una relación con la otra persona en muchísimas ocasiones nuestra respuesta estaría hablando claramente del sentimiento con el que nos estamos involucrando o que estamos aportando a ese espacio común de dos.

“Me hace feliz”, “Me hace reir”, “Me hace sentir seguro”, “Cree en mi”, “Puedo tener conversaciones interesantes”, “Me comprende”, “Me hace compañía”, “Me aporta tranquilidad”…

La relación es entonces una maraña emocional donde no somos conscientes que a fin de cuentas, aunque lleguemos a pensar que “sentimos” el amor más grande, queremos a nuestra pareja por todo aquello que nos reporta.

Cuando esperamos algo o lo necesitamos para sentirnos bien, nuestra relación se vuelve inconscientemente egoista, y es en ese espacio donde estamos intentando crear, equivocadamente, un campo común donde poder vivir un profundo amor.

En el momento en que nuestros deseos y expectativas no se vean colmadas la insatisfacción nos conducirá a los trastornos, dolores y sufrimientos a los que comunmente denominamos “mal de amores”.

El amor es altruista, desinteresado y se entrega por el mero placer de compartirlo. Amamos desde la profunda alegría de desear, permitir e inspirar la felicidad completa de nuestra pareja.

Cuando nos entregamos sin esperar nada a cambio la posibilidad de decepción y sufrimiento desaparece sin más. Brindar el espacio de crecimiento, de búsqueda, de realización a la persona que amamos nos permite compartir y sumar una ilimitada cantidad de sensaciones y experiencias positivas.

Cuando realmente “amamos” entregamos y brindamos el sentimiento más puro. Esta emoción, esta energía poderosa es capaz de crear el espacio perfecto donde la suma de dos se convierte en una de las experiencias más enriquecedoras que existe.




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